martes, julio 08, 2014

La mujer del pescadero



Él madrugaba mucho, antes del amanecer ya estaba preparando la furgoneta para ir a la lonja. Los camiones viajaban por la noche trayendo el pescado de todos los puntos del país. A las cinco comenzaba la subasta,  a las ocho ya no quedaba nada.
- No vayas, quédate conmigo -le pedía al principio su esposa.
-Si no estas de los primeros solo te traes morralla a casa, de eso no se vive.
Pronto se resignó a esperarle mirándose el ombligo. Como quien espía por el ojo de una cerradura se colaba a contemplar el mar que le crecía dentro. Pequeños alevines nadaban de un lado a otro dentro de su vientre. Por la noche cuando él la penetraba corrían ávidos a alimentarse de su semen, mordisqueaban su glande produciendole espasmos de placer que le obligaban a gemir y mirarla extraviado hasta caer rendido. Ella quería preguntarle si sentía sus bocas anhelantes, si se daba cuenta de lo que estaba pasando pero, cuando le iba a hablar, él ya dormía.
Con el paso del tiempo  dentro de ella se desató una tormenta. Al crecer los peces empezaron a manifestar síntomas de canibalismo, los grandes engullían a los más pequeños y  se atacaban entre ellos hasta dejarse  mal trechos.
Estaba tan absorta con lo que le estaba pasando  que empezó a desatender las tareas domesticas. A él no pareció importarle, deseoso tan solo del placer cada vez mas intenso y cada vez mas fugaz que le producían esos mordiscos voraces de los peces.
-Hoy no, hoy no puedes  -dijo ella mostrándole su tripa hinchada y cristalina -podría romperse.
-No dices más que tonterías -dijo él enojado. Se dio la vuelta y se quedó dormido.
Antes del amanecer despertó sola y empapada.  Le vio caminar por el pasilló con un pescado  en  brazos . Oyó la puerta cuando se cerraba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuento surrealista, simbolista. Me gusta.
Ojo, Lechucita. Ve a tu correo que hace días te dejé un mensaje. Cuéntame luego.
D.